EL TEMA DEL ADULTERIO EN LA NOVELA REALISTA
La infidelidad de la mujer en la novela de fines del siglo XIX
Si bien el amor es un tema constante en la narrativa de todos los tiempos, el adulterio, especialmente el femenino, descrito por autores hombres, es un asunto recurrente en el realismo literario del siglo XIX.
Centrándonos en cinco libros de narrativa podemos llegar a algunas conclusiones. Así encontramos Rojo y negro de Stendhal, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Retrato de una dama de Henry James, Anna Karenina de León Tolstoi y La Regenta de Leopoldo Alas Clarín.
En el siglo XIX la fidelidad matrimonial es un deber vital y el amor un instante de locura en la primera juventud, donde el adulterio, en especial el de la mujer burguesa, representa un asunto castigable, pero posible y real. El tema del adulterio femenino ha proporcionado la gloria a grandes autores europeos, como los citados, que se han hecho acreedores de fama y riqueza, así como de los mejores puestos en la lista de novelistas consagrados.
La mujer adúltera en la novela de la segunda mitad del XIX - Conchi Sarmiento
Si
bien el adulterio es un tema muy antiguo en la literatura, no fue sino
hasta la segunda mitad del siglo XIX, de la mano de la novela realista,
cuando adquirió mayor transcendencia y profundidad en su tratamiento.
Son aventuras, desventuras y tribulaciones de unas mujeres protagonistas
que cometen adulterio y cuyo punto de inflexión es el tedio y, en la
mayoría de los casos, la negación de los convencionalismos sociales más
arraigados, especialmente los que confieren al matrimonio.
Veinte años y casi 3.000 kilómetros separan a las dos mujeres adúlteras más importantes de la literatura europea: Madame Bovary (Gustave Flaubert, 1857) y Anna Karenina (Lev N. Tolstoi, 1877). No fueron las únicas, pero sí las más afamadas. Cronológicamente les siguieron Luisa (El primo Basilio de José Mª Eza de Queiroz, 1878), Melanie de Caparoux (La adúltera de Theodor Fontane, 1882), Ana Ozores (La Regenta de Leopoldo Alas “Clarín”, 1884-85) y Effi Briest (Theodor Fontane, 1895), por citar a las más relevantes protagonistas, pero hubo muchas más, pues autores como Benito Pérez Galdós o Émile Zola pasando por Nathaniel Hawthorne, Honoré de Balzac y Stendhal les dedicaron inolvidables páginas.
Madame Bovary, Ana Karenina y La Regenta
(Algunos detalles para establecer relaciones entre los tres personajes)
Entre
los personajes protagonistas de las novelas de Flaubert, Tolstoi y
Clarín hay una relación muy estrecha que puede percibirse a través de
una serie de elementos comunes y una serie de diferencias.
Los puntos en común que podríamos destacar entre las tres mujeres son los siguientes:
En primer lugar, el aburrimiento que les provoca la insulsa vida diaria. En La Regenta, por ejemplo, encontramos resumida esa monotonía en uno de los momentos en que Ana Ozores reflexiona en su alcoba:
«— ¡Qué vida tan estúpida!» —pensó Ana, pasando a reflexiones de otro género.
Aumentaba su mal
humor con la conciencia de que estaba pasando un cuarto de hora de
rebelión. Creía vivir sacrificada a deberes que se había impuesto; estos
deberes algunas veces se los representaba como poética misión que
explicaba el por qué de la vida.
Entonces pensaba:
«—La
monotonía, la insulsez de esta existencia es aparente; mis días están
ocupados por grandes cosas; este sacrificio, esta lucha es más grande
que cualquier aventura del mundo.»
En otros momentos, como ahora, tascaba el freno la pasión sojuzgada; protestaba el egoísmo, la llamaba loca, romántica,
necia y decía: — ¡Qué vida tan estúpida!
necia y decía: — ¡Qué vida tan estúpida!
En segundo lugar, la frustración que crece cada día por un matrimonio que les ha sido impuesto de alguna forma.
En
el caso de Ana Ozores, ella pregunta a su marido si no querría un hijo y
aunque él, para consolarla, le contesta afirmativamente, el lector sabe
que no desea ser padre.
En una escena de la novela, Emma Bovary mira a su marido mientras duerme y, encogiéndose de hombros, se pregunta: ¿Por
qué no tendría al menos por marido a uno de esos hombres de entusiasmos
callados que trabajaban por la noche con los libros?
Por
su parte, Ana Karenina regresa a casa. Después de que Vronsky le diga
que ha viajado para estar cerca de ella, la protagonista baja del tren
en San Petesburgo y se reencuentra con su marido. Mira su figura arrogante y fría […] Y entonces una sensación desagradable oprimió el corazón de Ana cuando se encontró con la mirada tenaz y cansada de su marido.
El tercer punto en común entre los personajes es el deseo de vivir de forma libre, intensamente, lo cual alimenta sus fantasías.
Ya hemos señalado ese momento en que Ana Ozores hace un balance de su existencia con ese “es la historia de toda la vida”.
En medio del tedio de su existencia, Emma Bovary desearía que su
apellido fuera ilustre y se viera en muchos lugares. Ana Karenina se
siente descontenta consigo misma cuando ve a su marido y experimenta una
sensación “semejante a la hipocresía”.
Todos esos elementos serán los que las empujen al adulterio.
Por otra parte, también encontramos diferencias entre los tres personajes, entre las que podemos destacar las siguientes:
Hay un diferente origen social.
Emma
se ha criado en el campo, habita en una aldea con un médico rural al
que desprecia, y sueña con vivir las comodidades de la vida burguesa en
las capitales de provincias. Siente desdén por su esposo. Al comienzo de
la historia, aparece un episodio en que su marido le cuenta un
encontronazo con un médico de Yvetot, y ella estaba exasperada de vergüenza, tenía ganas de pegarle. La irritación que siente hacia él irá aumentando cada vez más.
Ana
Karenina es aristócrata, vive en una sociedad de nobles con título y de
funcionarios zaristas, pero no disfruta de sus privilegios por su
matrimonio con Karenin. Incluso siente odio por su marido. Sus
sentimientos aparecen en una escena cuando Ana miró hacia abajo, reconociendo al punto a Vronsky, y un extraño sentimiento de alegría y de temor agitó su corazón.
Ana Ozores está casada con don Víctor, el Regente, con quien mantiene casi una relación filial (Don Víctor se sentó sobre la cama y depositó un beso paternal en la frente de su señora esposa).
Viven en Vetusta, una ciudad dominada por la represión, la hipocresía,
la falsa religiosidad y los convencionalismos. Ana se verá seducida por
Don Álvaro, que es un donjuán, presidente del casino (Había estado,
mientras pasaba hojas y hojas, pensando, sin saber cómo, en don Álvaro
Mesía, presidente del casino de Vetusta y jefe del partido liberal
dinástico). Ana Ozores siente compasión hacia su marido.
También hay diferencias en cuanto a la culpabilidad que
sienten los personajes, en la que podemos observar grados distintos: en
Ana Karenina y Ana Ozores está presente la sensación o noción de
pecado. Pero ese sentimiento apenas afecta a Emma.
El retrato de cada una de estas mujeres se completa a través de las relaciones con sus respectivos esposos, su papel en el triángulo amoroso que protagonizan y en el final del mismo:
Emma Bovary es una provinciana insatisfecha de sí misma y de cuanto la rodea. Tiene un marido mediocre y estúpido (Con la edad iba adoptando unos hábitos groseros), está inmersa en un tedioso ambiente aldeano (En el fondo de su alma, sin embargo, esperaba un acontecimiento). Primero es amante de Rodolphe (Se repetía: <<¡Tengo un amante!, ¡un amante!>>, deleitándose en esta idea) y después de León, pero ambos la traicionan y la abandonan. En el envenenamiento final de Emma hay un gran dramatismo.
En
Ana Karenina se describe el triángulo amoroso minuciosamente. Tanto Ana
como Karenin y el conde Vronski son descritos en su vida exterior e
interior (sus pasiones y estados de ánimo). Sabemos cómo visten (Ana
Karenina viste de negro en un baile, y de ella se comenta que puede
vestir así al no necesitar más artificios), los salones a los que
acuden, los bailes y ritos sociales. Cuando se descubre el adulterio, la
protagonista sufre una degradación ante los demás, pero también ante sí
misma. La sociedad hipócrita murmura de ella, y eso la empuja también a
estar celosa y a hacer reproches a Vronski. En el suicidio de la
protagonista hay menor dramatismo que en el de Emma Bovary. Tolstoi
se centrará en la maleta que deja abandonada Ana cuando se arroja a la
locomotora.
En
cuanto a Ana Ozores, al triángulo amoroso se suma un personaje
especial: el Magistral. Está enamorado de Ana y quiere adueñarse de
ella. Como no puede tenerla físicamente (por su condición de sacerdote),
querrá adueñarse de ella psíquica y espiritualmente. La tensión creada
por el ambiente entre los personajes gana la acción.
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